Literatura catalana

Concepto

Literatura catalana es la literatura escrita en catalán. El catalán se habla en los terri- torios de Cataluña, País Valenciano, Islas Baleares y franja oriental de Aragón, entre otros lugares del Estado español; también en el Rosellón de Francia, la ciudad de Alguer de Italia y en Andorra.

Análisis

Realizaremos un corto paseo por nueve siglos de literatura:

Lírica medieval: los trovadores

Aunque ya se encuentran a lo largo del siglo xi algunos documentos de carácter feudal en los que se utiliza la lengua romance en su totalidad o mezclada con un latín deficiente, como los Greuges de Guitard Isarn, senyor de Caboet, el primer testigo de uso literario son las Homílies d’Organyà, de finales del siglo XI, que consisten en fragmentos de un sermonario destinado a la predicación.

La literatura en catalán vio sus primeras grandes obras antes en prosa que en verso. Esto se debió a que los poetas cultos, hasta el siglo XV, preferían utilizar el provenzal literario en vez de la variedad autóctona.

Cabe destacar, sin embargo, que existían pocas diferencias entre la lengua catalana y las diversas variedades occitanas (provenzal, languedociano, lemosín, gascón…), muchas menos en la Edad Media, ya que durante esa época y en siglos posteriores se consideraban la misma lengua.

Sin embargo, en el caso de los poetas catalanes, la variedad de provenzal u occitano empleada era una koiné literaria, o lengua común procedente de la unificación o mezcla de diversas variedades dialectales de tipo áulico, cultivada también en las antiguas cortes y feudos-Estado de Occitania y parte del norte de Italia.

Las primeras manifestaciones en poesía culta en Europa en una lengua moderna fueron escritas por los trovadores, quienes seguían unas normas estrictas para elaborar su poesía, utilizando los códigos de la literatura trovadoresca como el amor cortés. Los poetas catalanes participaron de esta cultura trovadoresca. La gran proximidad política, lingüística y cultural entre los condados catalanes y los antiguos feudos de Occitania (Aquitania, Tolosa, Provenza…) permitió compartir una variedad literaria común trovadoresca, de tipo cortesano, que se mantuvo en la Corona de Aragón hasta el siglo XV para escribir poesía hasta la aparición de Ausiàs March, el primer poeta que abandona la influencia de la koiné literaria occitana. Por este motivo, en la historia de la literatura catalana medieval se incluye toda la nómina de trovadores conocidos, ya sean propiamente catalanes u occitanos.
En el siglo XII aparecen también las primeras traducciones de textos jurídicos, como la del Liber iudiciorum (Llibre dels Judicis o Llibre Jutge).

Crónicas históricas

Aunque la primera versión de la Gesta comitum barchinonensium se escribió en latín a finales del siglo XII, la siguiente edición revisada de la obra, conocida como «versión intermedia», fue escrita en catalán alrededor de 1268.

Existe consenso filológico en que la primera versión del Llibre dels feits de Jaume I fue escrita en catalán y, en su mayor parte, poco antes de la muerte del rey, es decir, en una fecha anterior a 1276. El Llibre del rei en Pere d’Aragó e dels seus antecessors passats, más conocido como Crònica de Bernat Desclot, escrito alrededor de 1290, narra diversos hechos notables de los reinados de Jaume I, Pere el Gran, Alfons el Lliberal y Jaume II. La Crònica de Ramon Muntaner, escrita por este autor entre 1325 y 1332, destaca por su vívida descripción de las expediciones de los almogávares. Finalmente, la Crònica de Pere el Cerimoniós debe su escritura al mandato de este rey que buscaba la glorificación literaria de sus acciones y las de su padre, Alfons el Magnànim.

Esplendor medieval

Ramon Llull, figura capital de la literatura catalana, considerado el padre de la prosa en lengua catalana, también escribió poesía de tipo cortesano en koiné occitana, aunque su obra fue destruida por el propio autor al considerarla banal. Posterior- mente, otros poetas optaron por la koiné literaria occitana o por un catalán occitanizado, a menudo siguiendo las pautas trovadorescas, como Jordi de Sant Jordi. El valenciano Ausiàs March es considerado el poeta de máximo apogeo del siglo XV, debido entre otros motivos, como la calidad de su obra, al abandono de los tópicos y elementos propios de los trovadores. De esta época es el denominado Siglo de Oro Valenciano, con una producción muy destacada de escritores en poesía y prosa que culmina con Tirant lo Blanc de Joanot Martorell.

Históricamente se ha aceptado que, tras la época de esplendor que tiene su máximo exponente en Tirant lo Blanc, el catalán como lengua literaria entra en una larga fase de decadencia desde el siglo XVI hasta 1833. Pero, actualmente, estudios recientes están revalorizando las obras de autores renacentistas como Cristòfor Despuig, Joan Timoneda y Pere Serafí, barrocos como Francesc Vicenç Garcia y Josep Romaguera, y neoclásicos como Joan Ramís y Francesc Mulet, de modo que nos dirigimos hacia una revisión crítica del concepto «Decadència».

Como hitos de este período para la lengua catalana se pueden mencionar la primera impresión de una traducción de la Biblia en lengua no latina, la conocida Bíblia Valenciana, impresa por encargo de Bonifaci Ferrer en 1478, y la redacción de una Teología en 1440 por el valenciano Francesc Pertusa, única obra escrita sobre esta materia en una lengua diferente del latín de la Edad Media.

Decadencia

Durante el siglo XV, tuvo lugar el Compromiso de Casp (1412), donde se eligió como rey a Fernando de Antequera, lo que introdujo a la dinastía de los Trastámara. La lengua de la corte pasó a ser la castellana. El año 1479 se produjo la unión dinástica de Aragón y Castilla que, aunque jurídicamente no supuso radicales transformaciones, sí que tuvo consecuencias destacadas: la pérdida de fuerza de las clases dirigentes autóctonas y la sumisión política de la Corona que puso en peligro el catalán como lengua de cultura. Además, Castilla pasó a ser durante los siglos XVI y XVII una potencia mundial. Fueron los Siglos de Oro de la literatura castellana y, por tanto, la mayoría de los escritores catalanes escribieron en castellano, configurándose así la idea de que el catalán no era una lengua apta para la literatura ni, en general, para la cultura.

El Renacimiento

La literatura, sin romper con la tradición medieval, recuperó algunos de los cánones estéticos y de los modelos formales del clasicismo. Sin embargo, la tradición del estudio de las lenguas clásicas, característica del humanismo, no impidió el desarrollo de la literatura en lenguas vulgares. Mientras la minoría aristocrática vacilaba entre el uso de las lenguas latinas, español y catalán, la mayoría continuó rehaciendo y ampliando en la lengua propia la tradición que había elaborado en el transcurso de los siglos.

La prosa más valiosa del período se refleja en Los col•loquis de la insigne ciutat de Tortosa (1557) de Cristòfor Despuig, tanto por el uso del diálogo, una forma literaria clásica, como por el espíritu crítico de su autor, en una prosa noble con algunos ecos erasmistas. Dentro también de la narrativa histórica, hay que señalar las crónicas de Pere Miquel Carbonell, Pere Antoni Beuter y Joan Binimelis. En el campo de la literatura de entretenimiento, aparecen las novelle y las facecias, como las de Jordi Centelles y Joan Timoneda. Durante esta época funcionaba en Valencia un teatro de intención realista y satírica, que da muestras tan espléndidas como La vesita de Joan Ferrandis d’Herèdia. La crítica coincide en señalar como mejor poeta en catalán del momento a Pere Serafí, quien alternó el idealismo amoroso de inspiración ausiasmarquista con la glosa de refranes y canciones populares.

El Barroco

Las primeras manifestaciones propiamente barrocas –autores anteriores como Joan Timoneda y Joan Pujol pueden considerarse como síntomas literarios iniciales de la Contrarreforma– no se produjeron hasta los inicios del siglo XVII y se prolongaron durante el siglo XVIII En el barroco catalán, el poeta y comediógrafo Francesc Vicenç Garcia constituye una figura central, puesto que representa el único autor que consiguió formar una escuela que le imitó en aquellos aspectos más secundarios. También como autores destacados debemos mencionar a Francesc Fontanella y Josep Romaguera.

La Ilustración

Desde finales del siglo XVIII , la filosofía crítica y la erudición lingüística e histórica de este movimiento habían renovado todo el concepto de cultura. Nace una nueva mentalidad, que consideraba que la obra había de ser útil o no ser. La máxima consideración la obtenían los textos de moral o pedagogía. Despunta un grupo formado por diversos traductores y escritores como Francesc Mulet, Antoni Febrer y Joan Ramís. Únicamente ha perdurado el conjunto de los géneros populares como portavoces más cualificados de la época, de los que como muestra representativa citamos el Calaix de sastre del Barón de Maldà, ubicado en la vertiente contraria a los ilustrados como literatura costumbrista. La poesía popular y multiforme confirió a la literatura del siglo XVIII unos títulos con una categoría superior a los alcanzados por los intentos cultos. Esta literatura popular solo compartía con la Ilustración la época.


El Romanticismo

El primer romanticismo, planteado en temas inequívocamente catalanes, fue escrito básicamente en lengua castellana. Hacia finales de este período, sin embargo, ya se empezó a tomar conciencia de la contradicción que existía entre el contenido y el público al que se dirigía y la lengua en que se realizaba. En esta época se forma una intelectualidad burguesa de inspiración liberal, joven y combativa. La evolución de los hechos, con escritores exiliados o recluidos en la clandestinidad, no permitió su eclosión.

La Renaixença

La Renaixença es el nombre dado al movimiento restaurador de la lengua, literatura y cultura catalanas, iniciado primero en el Principado y luego en el País Valenciano y las Islas Baleares, en la primera mitad del siglo XIX. Coincidió más o menos con la segunda parte del estallido del Romanticismo en Europa. Se produjo una integración en lo referente al uso de la lengua y a los ideales políticos. Suele situarse en el período comprendido entre la aparición en 1833, en el periódico El vapor, de La Pàtria de Bonaventura Carles Aribau y de la presentación en los juegos florales de 1877 de L’Atlantida de Jacint Verdaguer.

En sus inicios, la conciencia de la Renaixença fue potenciada por la recuperación de la propia historia, por el poder creciente de la burguesía, por el uso con una relativa normalidad de la propia lengua y, además, con una producción literaria seria. Entre sus miembros más representativos hay que señalar a Marià Aguiló, Manuel Milà i Fontanals y Joaquím Rubió i Ors. En cuanto a la lengua, se promovieron los instrumentos culturales más urgentes y básicos, como gramáticas y diccionarios. En 1859 se fundaron los Juegos Florales, que representaron una gran proyección popular. Podemos calificar esta fundación como estética e ideológicamente conservadora, pero social e idiomáticamente ayudó a difundir la cultura dentro de los medios populares. Como autores protagonistas del período podemos nombrar a Víctor Balaguer, Frederic Soler, Antoni de Bofarull, Jacint Verdaguer, Constantí Llompart, Àngel Guimerà, Narcís Oller y Teodor Llorente, entre otros muchos.

Época contemporánea

El modernismo. Este movimiento abarca todas las disciplinas artísticas. Así, en el terreno de la arquitectura, el modernismo aporta la obra de Gaudí como su gran representante. En la pintura y el cartelismo, sobresalen nombres como Rusiñol y Casas, sin olvidar el importante paso por estos ambientes de Picasso, quien se relacionó con estos grupos y recibió de ellos una influencia definitiva para su obra posterior. Estéticamente, el arte por el arte, el decadentismo, el misticismo o el esteticismo marcan la manera de concebir las obras. No obstante, el modernismo va más allá al formular un plan regeneracionista para transformar la sociedad a través de la cultura. Se desarrolla una rica corriente literaria de la que subrayamos la obra de tres escritores fundamentales. Santiago Rusiñol, pintor, dramaturgo y narrador, sus escritos de pensamiento estético determinan en buena parte las ideas modernistas, con L’auca del senyor Esteve como novela fundamental. Gracias a Joan Maragall, la poesía catalana consigue la modernidad al incorporar la tradición romántico-simbolista, que abarca desde Goethe a Nietzsche. Precisamente, es Maragall el primer traductor de este último en la Península ibérica. Su profundidad lo lleva a construir algunos de los poemas más emblemáticos de la literatura catalana contemporánea, como La vaca cega y el Cant espiritual. Víctor Català, seudónimo de Caterina Albert, funde en su obra el subjetivismo y el simbolismo con técnicas del costumbrismo y la cuestión del determinismo planteada por la escuela naturalista, que proporciona también una mirada a los aspectos más turbios de la existencia; su mejor novela es Solitud.

El Noucentisme. Se considera que empieza en 1906, fecha en que Eugeni d’Ors inicia su Glossari en el diario La Veu de Catalunya, un conjunto de artículos que llegarán a ser programáticos del nuevo clima intelectual. También en 1906 se publica el libro de poemas de Josep Carner, Els fruits saborosos, y de Costa i Llobera, Horacianes. Se toma como fecha final 1923, año en que el general Primo de Rivera lleva a cabo un golpe de Estado. En el marco del Noucentisme tuvo lugar la normativización de la lengua catalana. Pompeu Fabra fue su principal artífice y el Institut d’Estudis Catalans, el órgano que permitió la adopción de un único modelo normativo. Eugeni d’Ors y Josep Carner personifican las dos figuras más importantes de este movimiento.

Vanguardias. Dalí y Miró simbolizan la aportación de la cultura catalana a los movimientos de vanguardia mundiales. Su relación con la literatura catalana resultó tan intensa que el mismo Dalí realizó textos surrealistas y Miró participó en numerosas iniciativas literarias. Los dos modelos más influyentes en la literatura catalana serán, no obstante, el futurista y el surrealista. En el primero brilla la figura de Joan Salvat- Papasseit y, en el segundo, la figura más importante es J. V. Foix.

La República. La proclamación de la República en 1931 supone un momento de impulso de la lengua, la literatura y la cultura catalanas. Apuntamos, entre el gran plantel de escritores del momento, dos figuras que marcan la literatura posterior. Carles Riba constituye uno de los bastiones de la poesía catalana contemporánea. Formado en el Noucentisme, acabará sintetizando en el marco de la poesía postsimbolista europea una poética humanista que irá desde los ensayos de la poesía pura de los años veinte y treinta –influido por poetas como Valéry y Mallarmé– a una poesía metafísica y civil. Riba escribió uno de los libros clave del exilio catalán tras la victoria fascista en España en 1939: Elegies de Bierville (1942). La prosa tiene en Josep Pla a uno de sus principales cultivadores con más de 25.000 páginas escritas: periodismo, narrativa corta, memorialismo, viajes, retrato…, donde resulta difícil establecer una distinción por géneros, especialmente porque se da una interferencia constante. Detallismo, prodigioso dominio del lenguaje e ironía figuran entre sus características más sobresalientes. Destaca dentro del dietarismo El quadern gris y en el género biográfico han pasado a ser clásicos sus Homenots.

Literatura de posguerra.La derrota militar de la República española en 1939 dio paso a un gobierno de carácter fascista con el general Franco. El catalán pierde la oficialidad y pasa a ser un idioma proscrito. Empieza un largo calvario para la lengua, mientras la literatura vive un doble exilio: la de aquellos escritores que se ven obligados a abandonar el país y la de aquellos que, quedándose, protagonizan un exilio interior. Las letras catalanas durante el franquismo conocen dificultades para desarrollarse con normalidad, pero en cambio convierten el éxodo, el silencio y la falta de libertad en una metáfora que representa una de las aportaciones más sugerentes de la literatura europea. La literatura vive en la clandestinidad. Reuniones en domicilios privados suplen la actividad pública. Hacia mediados de los años cuarenta se autorizan las ediciones de la Biblioteca Selecta y surgen nuevas editoriales, como Barcino, Aymà, Torre, Moll o, en 1955, el Club dels Novel•listes.

En el panorama poético de estos años apreciamos una línea central capitalizada por el neosimbolismo en torno a la figura de Carles Riba. En línea paralela, y alrededor de los poetas J. V. Foix y Joan Brossa, se encuentra el grupo de vanguardia Dau al set, en el que participan pintores como Tàpies, Tharrats, Joan Ponç y Cuixart. Subrayamos dentro de esta misma tendencia la importancia del libro Poemes de l’alquimista de Josep Palau i Fabre. En la narrativa observamos diversas corrientes. La primera esce- nifica el modelo de la novela psicológica católica: Joan Sales con su Incerta glòria. Por otro lado, tenemos la novela psicológica agnóstica, en la que destacan las obras Necessitem morir de Maria Aurèlia Capmany y Combat de nit de Josep Maria Espinàs.

Otros autores marcan una nueva etapa, siguiendo con una prosa muy elaborada los caminos de la fantasía y el juego con la tradición: Jordi Sarsanedas y Joan Perucho. Las narraciones de Salvador Espriu y las de Pere Calders conocen un crescendo a par- tir de los años sesenta. En el ensayo, despunta la figura de Josep Ferrater Mora, quien en 1944 comienza en el exilio Les formes de la vida catalana. No debemos olvidar a dos figuras que ocupan un lugar central en la literatura de posguerra en el País Valen- ciano: el poeta Vicent Andrés Estellés y el ensayista Joan Fuster, considerado uno de los mejores escritores europeos en este género. En las Baleares, Llorenç Villalonga elabora una narrativa de primer orden.

A partir de 1962 se abre un nuevo panorama, donde la literatura catalana da un paso adelante. La resistencia, convertida ya en oposición abierta y con nuevos fenómenos como el realismo histórico y el movimiento de la Nova Cançó, favorece un conside- rable auge de la edición y la consolidación de los principales nombres de la literatura contemporánea.

De la década de los sesenta hasta las últimas promociones. La literatura entre 1960 y hoy mismo se sitúa en la complejidad y el dinamismo de un marco que recoge las tensiones, los debates y las transformaciones de una cultura escindida entre la lucha por el reconocimiento social y un esfuerzo por alcanzar la modernidad. Pasados los años más duros del franquismo, la llegada de la década de los sesenta simbolizó el inicio del trayecto hacia un panorama de incipiente apertura política, donde las letras catalanas ganaron espacios de presencia pública.

Desde otra perspectiva, los sesenta consolidaron a los escritores que se habían dado a conocer a finales de los cuarenta y principios de los cincuenta, como Sarsanedas, Perucho, Pedrolo y Maria Aurèlia Capmany, coincidiendo, por otro lado, con el hecho de que los autores de las generaciones anteriores, como Foix, Villalonga, Rodoreda, Espriu y Vinyoli, alcanzaban también el punto de la madurez.

En este panorama de itinerarios poéticos abiertos descuellan Josep Palau i Fabre y Joan Brossa. El primero entiende el poema como una exploración de los límites de la realidad, en la frontera de la moral y en los extremos del arte. Joan Brossa es un escritor que, antes de 1970, era un poeta marginal que publicaba en ediciones de circuito res- tringido una obra poética que se había configurado en los cenáculos de posvanguardia y siempre en contacto con propuestas plásticas.

 

Los principios del realismo histórico fueron recogidos por todos los géneros, pero sin duda es en el ámbito de la poesía donde alcanzaron mayor relieve. En el año 1960 se publicaron dos libros considerados emblemáticos: Vacances pagades de Joan Oliver
«Pere Quart» y La pell de brau de Salvador Espriu. Resultaría difícil de entender la combatividad lograda por el realismo sin el impacto teórico de Joaquim Molas y de Josep M. Castellet, que impulsaron el movimiento en la antología Poesia catalana del segle XX (1963). Se consolidan tres poetas importantes con voces singulares: Vicent Andrés Estellés, Miquel Martí i Pol y Gabriel Ferrater.

Al grupo de la generación de los setenta pertenecen Narcís Comadira, Francesc Parcerisas, Lluís Alpera, Jaume Pérez Montaner y Antoni Marí, como también cabe resal- tar la figura de Pere Gimferrer, uno de los escritores más originales de su generación. Se inició en lengua castellana y sobresalió en el grupo conocido como los Novísimos. Su singladura catalana empezó en 1970 con Els miralls. La poesía más joven de la literatura catalana se resguardó, mayoritariamente, en Llibres del Mall, una empresa editorial que se convirtió en una plataforma operativa de proyección. Los fundadores Ramon Pinyol, Xavier Bru de Sala y Maria Mercè Marçal cobijaron a la mayoría de los poetas: Josep Piera, Jaume Pont, Josep M. SalaValldaura, Joan Navarro, Miquel Des- clot, Valerià Pujol, Gaspar Jaén i Urban, Miquel de Palol, Marc Granell, Àngel Terron, Vicenç Altaió, Salvador Jàfer y Àlex Susanna. La eclosión de esta poesía se produjo con una filosofía de criterios amplios en cuestiones estéticas. La nueva poesía de la década de los noventa, algunos de cuyos nombres más emblemáticos fueron reco- gidos en la antología de David Castillo, Ser del segle (1989), se comporta a la vez como la primera articulación teórica de la nueva generación. Entre los nombres mejor acogidos por la crítica hay que contar con Enric Casassas, Ponç Pons, Josep Ballester, Albert Roig, Ramon Guillem, Andreu Vidal, Manuel Garcia Grau, Carles Duarte, Xulio Ricardo Trigo, Xavier Lloveras, Enric Sòria, David Castillo, Jordi Cornudella, Carles Torner, Jaume Subirana, Vicenç Llorca y Margalida Pons.

Respecto a la narrativa, los sesenta se inauguran con dos grandes títulos, Bearn o la sala de les nines (1961) de Llorenç Villalonga y La plaça del Diamant (1962) de Mercè Rodoreda, dos de las figuras de más prestigio en la novelística contemporánea.

Uno de los nombres de más peso literario entre los que rodaron por el exilio americano fue el de Pere Calders, que sobresalió cultivando el cuento y la narrativa corta. Podemos calificarlo como uno de los narradores más originales, con una estrategia narrativa que lo lleva a una recreación de la realidad a través de la fantasía.

En el año 1957, el ensayo colectivo Cita de narradors (1958) ganó la convocatoria del premio Josep Yxart. Ante la precariedad de un panorama cultural que dificultaba la difusión y la reflexión crítica, los cinco narradores –Maria Aurèlia Capmany, Manuel de Pedrolo, Joan Perucho, Jordi Sarsanedas y Josep M. Espinàs– optaron por leerse mutuamente y especular por parejas sobre la bondad, los límites, los aciertos y los conflictos de sus respectivas obras. Todos ellos han ocupado con sus propuestas la narrativa de las décadas posteriores.

A finales de la década de los sesenta e inicios de los setenta se dieron a conocer auto- res que, o bien se comportaban como un puente abierto a las nuevas generaciones–es el caso de Miquel Àngel Riera, Olga Xirinacs, Víctor Mora, Joaquim Carbó, M.Àngels Anglada y Emili Teixidor–, o anunciaban el esplendor más inminente, como sucede con Antoni Serra, Josep Palàcios, Baltasar Porcel y Joan F. Mira. Los cuatro simbolizan una avanzadilla de la generación de los setenta. Esta generación ha ejer- cido la tarea de cohesión de la infraestructura gremial de la literatura catalana actual; en este sentido, la creación de la Associació d’Escriptors en Llengua Catalana, en el año 1977, y el relanzamiento del Centre Català del PEN Club, que existía desde 1922, han significado la constitución de empresas de gran mérito en la defensa del papel del escritor. En cuanto a los aspectos referidos a la estricta creación, de esta genera- ción proceden algunas de las voces de más proyección, como Gabriel Janer Manila, Terenci Moix, Jaume Fuster, Maria Antònia Oliver, Montserrat Roig y Jordi Coca, a los que hay que sumar a Josep Lozano, Ignasi Riera, Jesús Moncada, Isabel-Clara Simó, Pep Albanell, Isidre Grau, Josep Ll. Seguí, Jaume Cabré, Josep Piera, Maria Barbal, Carme Riera, Valentí Puig, Ramon Solsona, Biel Mesquida, Ferran Cremades, Quim Monzó, Ferran Torrent, Margarida Aritzeta, Miquel de Palol y Vicenç Villatoro, entre otros.

En el año 1989, Carles Geli y Jaume Subirana antologaron, en el volumen La profecia, a los autores nuevos que comenzaban a despuntar dentro del panorama narrativo de finales de los ochenta. Entre las personalidades que figuraban y otros creadores de renombre en los inicios de los noventa parece conformarse un nutrido panorama. Entre los nombres que se apuntan con más perspectivas de futuro están Isabel Olesti, Lluís Anton Baulenas, Maria Mercè Roca, Josep Franco, J. M. Fonalleras, Toni Cucarella, Esperança Camps, Sergi Pàmies, Silvestre Vilaplana, Màrius Serra, Francesc Bodí, Vicenç Pagès y Maria de la Pau Janer.

Implicaciones

A partir de los autores y las obras literarias más leídas en los distintos niveles educativos de aquellos territorios de lengua oficial catalana, algunas de ellas adaptadas, sobre todo cuando son obras del catalán medieval o antiguo, ofrecemos un posible canon docente, compuesto por una treintena de autores de la historia de la literatura catalana:

• Ramon Llull, Llibre de meravelles, Llibre de les bèsties.

• Bernat Desclot, Crònica.

• Bernat Metge, Lo somni.

• Ausiàs March, Poemes.

• Joanot Martorell, Tirant lo Blanc.

• Anónimo, Curial e Güelfa.

• Jaume Roig, L’espill.

• Francesc Vicenç Garcia, Antologia de poemes.

• Jacint Verdaguer, Poemes.

• Teodor Llorente, Antologia de poemes.

• Narcís Oller, Pilar Prim.

• Miquel Costa i Llobera, Poemes.

• Santiago Rusiñol, L’auca del senyor Esteve.

• Joan Maragall, Antologia de poemes.

• Víctor Català, Solitud.

• Eugeni d’Ors, Tria de Glossari.

• Josep Carner, Nabí.

• Josep Pla, Tria de Quadern gris.

• Joan Salvat-Papasseit, El poema de la rosa als llavis.

• Carles Riba, Les elegies de Bierville.

• J. V. Foix, Sol, i de dol.

• Salvador Espriu, La pell del brau.

• Pere Calders, Invasió subtil i altres altres contes.

• Mercè Rodoreda, La plaça del Diamant, Mirall trencat.

• Llorenç Villalonga, Bearn o la sala de les nines.

• Manuel de Pedrolo, Mecanoscrit del segon origen.

• Enric Valor, Rondalles valencianes.

• Miquel Martí i Pol, Estimada Marta.

• Vicent Andrés Estellés, Llibre de meravelles.

• Joan Fuster, Diccionari per a ociosos, Antologia d’assaigs.

Referencias

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València: Ecir.

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Literatura Catalana, València: Ecir.

Ballester, J. (2009), L’agitació de l’escriptura: itineraris entre la vida i l’obra de Joan
Fuster, València: Perifèric.

Broch, A., Cónsul, I. y Llorca, V. (1998), Panorama de la literatura catalana,
Barcelona: ILC.

Riquer, M., Comas, A. y Molas, J. (1980- 1988), Història de la literatura catalana,
vols. 1-11, Barcelona: Ariel.

Fecha de ultima modificación: 2014-04-01